Puedes leer a continuación gratis los tres primeros capítulos:
Una pregunta clave
Fue la primera que me hice. Siempre hemos
preguntado qué hay después de la vida. A lo mejor la clave está en preguntar
"¿qué hay antes?".
¿De dónde vienen nuestros hijos antes de venir?
Dicen que
somos viajeros en el tiempo, que vamos atravesando vidas, haciéndonos más sabios
a medida que acumulamos experiencias. Que una vez nacemos como hombre y la
siguiente como mujer. Que hay una etapa entre vidas (2) en la que esperamos
mientras procesamos lo vivido y vamos decidiendo qué asignaturas escogeremos en
la escuela de la vida que marcarán nuestra trayectoria vital en la siguiente.
En algún momento se decide también cuánto ha de durar nuestra siguiente vida. A
grandes rasgos, esto es lo que explicaba el filósofo Platón en su escuela de
Atenas. (3)
Yo no sé qué sentido tiene encarnar para vivir
tan poco. Puede que sea una lección a aprender para los padres o porque el ser
de luz que encarna necesita realizar el aprendizaje que supone vivir durante tan
poco tiempo... O tal vez las dos.
Es un misterio y como tal, es incomprensible. Y
lo cierto es que en esa “incomprensibilidad” es donde radica su encanto.
El caso es que ese ser que anida en nuestro
vientre y al que cariñosamente llamamos "bebé" es en realidad un alma
vieja realizando una etapa más de su viaje milenario.
No quisiera aquí estropearos la ilusión de pensar
en vuestro bebé al presentároslo cómo un anciano, porque en realidad la vejez
como tal es un término humano. Y en realidad las almas no tienen edad, no al
menos como lo imaginamos con nuestras pequeñas mentes.
A mí me gusta referirme a ellos (o a ellas) como
"seres de luz".
Dicen también (esto creo que fue cosa de
Einstein) que estamos compuestos de materia y energía. Tras la muerte, dejamos
atrás nuestra parte material y lo que queda de nosotros es energía, luz.
Precisamente lo que éramos antes de nuestro nacimiento.
De mis muchas lecturas encontré una idea que me
gustó mucho, que viene a decir que nosotros pensamos que somos cuerpos con un
con alma, pero que en realidad somos almas con cuerpo. Cada una que saque su
conclusión.
Tengo muchas amigas que se refieren a sus hijos
como "angelitos". Los ángeles son también seres de luz, aunque
quienes entienden de esto explican que ellos ya no necesitan viajar entre vidas
porque ya aprendieron lo que necesitaban y en algún momento
"ascendieron" de escalafón en la jerarquía que tienen los seres de
luz.
De todas formas, puedes imaginar que tu hijo es
un ángel si te hace bien. Ya dije al principio que esto no tiene ninguna base
científica (ni nada similar) y cada uno es libre de utilizar su imaginación
como le plazca para encontrar respuestas a sus preguntas sin respuesta.
Siempre y cuando no hagamos daño a nadie y sea
beneficioso para nuestra psique y nuestra vida diaria. Y la vida que vayamos a
tener de aquí en adelante.
En psicoterapia a esto se le llama
"crear una fantasía de curación".
Lo importante es que lo que imagines te sirva, te
ayude, te sane. Esto es lo básico, lo fundamental. Lo demás es accesorio.
Yo
creo que antes de nacer y después de morir somos cúmulos de energía. No acierto
a comprenderlo en realidad, más que una certeza es una intuición. Necesitaría
una mente con mucha más capacidad para poder abarcarlo. Sólo puedo imaginar un
mundo semejante al nuestro porque no me da para más la imaginación.
Un sueño y un “despertar”
Una vez soñé que llegaba a una gran casa blanca.
Íbamos en coche por un camino de piedras blancas también, atravesando el
jardín. En la casa me esperaban un montón de amigos contentos de volver a
verme. Yo también estaba feliz con el encuentro, charlando con unos y con
otros, sabiendo que estaba de visita, que me tendría que ir pronto y que tardaría
en volver a verlos. Fue como un alto en el camino en la vorágine de la vida
(estaba pasando una mala época) que me sirvió para cargar pilas y despertar con
el corazón y el alma reconfortados. Es como si en sueños mi ser de luz hubiera
viajado al cielo, a reunirse con el resto de seres de luz, con mis hermanos y
amigos, aquéllos con quienes me voy encontrando entre vidas. Como una gran
reunión con personas a las que hace tiempo que no ves y cuya presencia te hace
mucho bien. Yo sabía en todo momento que estaba de visita, que no era “mi”
lugar.
Dicen que al nacer también realizamos un duelo
porque nos despedimos de todos esos seres que están con nosotros (la familia
del alma, le llaman). A algunos nos los encontraremos de nuevo en el transcurso
de nuestras vidas. Igual serán nuestros hermanos más pequeños, compañeros del
cole, amigas de toda la vida… Tal vez algunos algún día serán nuestros hijos o
nuestros nietos… A otros tal vez no los veamos en esta vida. A esto se le une
la alegría de reencontrarnos con quienes son nuestro padre, nuestra madre,
nuestros hermanos… Tal vez los despedimos hace años sin saber cuándo
volveríamos a verlos.
Tal vez el cielo es así, un lugar agradable al que vas a ver a tus viejos amigos del alma, sabiendo que es por un tiempo y que luego te irás.
Oye, visto así, qué parecido es ese cielo a la vida, ¿no?
No sé si me estoy yendo por las ramas, pero necesito explicar lo que he leído que pasa antes, durante y después de la vida, para intentar comprender por qué (o para qué) nuestros pequeños se van tan pronto).
Volviendo al tema de los hijos, yo suelo decir que los hijos nos eligen Y también que nosotros como hijos elegimos a nuestros padres. Todos tenemos elecciones que aprender de todos. Tal vez tenemos cuentas pendientes que se forjaron en otra vida. Tal vez en ésta decidimos aprender esto o aquéllo y elegimos de antemano a quienes nos acompañarán o a quienes serán nuestros maestros Y esto no es nada que diga ninguna escuela esotérica moderna. Esto lo dijo Platón, uno de los filósofos más importantes y con más credibilidad de nuestra era.
No me cabe la menor duda de que mis hijos son para mí mis mayores maestros, incluso los que se quedaron tan poquito.
Sí, son almas viejas, rezumando sabiduría, que sólo esperan que les demos amor, cariño y un entorno adecuado para poder crecer, desarrollarse y recordar su misión y lo que vinieron a enseñarnos.
Los que se van tan pronto, que nos parecen tan pequeños, tan frágiles... son en realidad seres amorosos que han elegido vivir en nuestro vientre, por un lapso tal vez demasiado corto de tiempo.
Mónica Álvarez
Tal vez el cielo es así, un lugar agradable al que vas a ver a tus viejos amigos del alma, sabiendo que es por un tiempo y que luego te irás.
Oye, visto así, qué parecido es ese cielo a la vida, ¿no?
No sé si me estoy yendo por las ramas, pero necesito explicar lo que he leído que pasa antes, durante y después de la vida, para intentar comprender por qué (o para qué) nuestros pequeños se van tan pronto).
¿Nuestros hijos nos eligen? ¿Elegimos un día a nuestros padres?
No me cabe la menor duda de que mis hijos son para mí mis mayores maestros, incluso los que se quedaron tan poquito.
Sí, son almas viejas, rezumando sabiduría, que sólo esperan que les demos amor, cariño y un entorno adecuado para poder crecer, desarrollarse y recordar su misión y lo que vinieron a enseñarnos.
Los que se van tan pronto, que nos parecen tan pequeños, tan frágiles... son en realidad seres amorosos que han elegido vivir en nuestro vientre, por un lapso tal vez demasiado corto de tiempo.
Mónica Álvarez